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Sólo llevamos unos pocos días de confinamiento y ya se ha generado toda una oleada de acciones y re-acciones que hace tan sólo unas semanas no nos podíamos imaginar. 

¿Qué hubieran hecho tus vecinos si, de pronto, una tarde, sacan sus instrumentos musicales al balcón y se ponen a tocar una melodía, por bien que lo hiciera? ¿O cómo hubieran reaccionado los “defensores habituales del orden y el civismo en tu comunidad”  -esos vecinos que se pasan el día colgando carteles tipo “prohibido botar la pelota – prohibido subir bicicletas en el ascensor – prohibido…..”-, digo, qué hubieran montado si se encuentran a un vecino en el jardín organizando una sesión de zumba, y las vecinas en sus balcones siguiéndola?

Vivimos en constante paradoja. Jóvenes que nunca llamaban a casa – salvo para saldar alguna necesidad-, que ahora hacen video-conferencia con sus familias dos veces al día. Es como si hubiera hecho falta que nos SEPARARAN para que NOS UNIÉRAMOS de verdad, realmente. 

Ha tenido que llegar un virus, para volver del revés a toda nuestra inteligente, formada y tecnológicamente avanzada sociedad. De pronto nos hemos dado cuenta que algunas actividades son prescindibles (por muy lucrativas y entretenidas que puedan parecer), mientras la red sanitaria – últimamente tan mal tratada- se manifiesta como verdaderamente imprescindible. 

Hoy aplaudimos desaforadamente al aire para que nuestro afecto llegue en forma de ondas sonoras a personas que, para muchos, son totalmente anónimas. No tenemos un álbum con estampas de sus fotos; nuestros hijos no quieren ser de mayor “médico/a o enfermero/a” de cuidados intensivos. Pero nos han unido como país y nos emocionan como personas, mucho más -espero- que lo hiciera un gol en un inolvidable campeonato del mundo. 

Años lanzando mensajes sobre la importancia de la inteligencia y el conocimiento; sobre la necesidad de re-equilibrar valores (sociales, morales, e incluso económicos); … y lo ha conseguido esta pandemia en escasos 5 días. 

De pronto, competidores tradicionales se miran – telemáticamente- y sienten que se necesitan. Es increíble cómo se están creando foros en múltiples y diversas plataformas donde cada participante se siente libre de decir “necesito”… Se acabó el postureo, el aparentar lo que no somos, en ir de prepotentes. Todos nos desnudamos ante la comunidad y confesamos nuestra realidad: no sé, no puedo, no tengo, … Y en el mismo foro, las mismas personas aparecen con desinteresada generosidad (no es redundancia, que todos sabemos que existe la generosidad basada en interés lícito o espúreo), ofreciendo lo que son, lo que saben, lo que tienen. 

En este momento, SEPARADOS, nos estamos UNIENDO más y mejor que nunca. 

Con una ventaja. Tradicionalmente, los humanos hemos sido capaces de comportamientos heroicos ante situaciones que nos superan, nos llevan al límite y nos hacen reaccionar, a algunos con pánico, o rechazo, a muchos, sobreexponiéndose. Sólo hay que recordar cómo los banco de sangre han de llamar periódicamente para animar a la donación, mientras que ante un gran accidente, atentado o incidente grave, se forman colas para donar sin que nadie tenga que avisar. Pero, lamentablemente, esas conductas heroicas o sobresalientes, resultan tan espontáneas como pasajeras. Se pueden recoger kilos de comida para el banco de alimentos un día de Navidad, pero el resto del año, miramos para otro lado ante la realidad de los sin techo

¿Dónde veo yo la ventaja, entonces? En el tiempo. Es necesario que una conducta se mantenga durante un tiempo suficiente para que se convierta en HÁBITO. Hábito es un comportamiento interiorizado, integrado en la rutina de la persona (o colectivo). No requiere de una decisión proactiva -surge “natural”-; se ejecuta con maestría si se ha aprendido correctamente. Y sólo requiere de un mínimo estímulo para que el cerebro reconozca el mensaje y se desencadene y ejecute. 

Quizá la paradoja más entrañable es la de los millenials septagenarios u octogenarios. Y sin llegar tan lejos. Personas de 30-40-50 años que han mirado hacia otro lado en el uso de las nuevas tecnologías. Tal vez usuarios asiduos de whatsapp, pero que no eran capaces -hasta ahora- de hacer una reunión telemática, justificando -a veces con cierta demagogia- que es mejor la relación humana. 

Pues claro que sí, pero hacer que tu equipo directivo o comercial hagan 90-100 kilómetros para una reunión de 60 minutos para darles información que bien podría haberse resuelto con un email de envío de documentos y una video-conferencia para comentar detalles, aclarar dudas y tomar decisiones. Creo que la primera formación sobre cómo hacer reuniones telemáticas productivas la organicé allá por 1.998. ¡paleolítico digital!!! Y las reacciones se han repetido hasta febrero de 2020. 

Hoy, en menos de una semana, hemos aprendido a reunirnos, a usar herramientas colaborativas, y hemos comprendido que sí, que el contacto humano es fundamental, y lo echamos de menos, pero que, como todo, tiene su razón de ser. La pregunta que se harán los directivos y empresarios que vivan esta realidad como una experiencia de la que aprender y desde la que replantearse cosas no debe seguir siendo ¿presencial o virtual? ¿on u off line? Toda realidad planteada en polarización o yuxtaposición nos lleva a elegir con criterios más emocionales que racionales. 

La pregunta correcta es ¿cuándo y para qué y quiénes y cómo una reunión presencial y cuándo y para qué y quiénes y cómo la reunión virtual?. Nadie se plantea cuchara o tenedor. Lo que te planteas es qué herramienta necesitas según el menú a comer. 

Somos nuestros hábitos. Piénsalo. Repasa tus 24 horas, tus 7 días, tus 12 meses. Y comprueba que más del 90% de tu realidad se basa en tus hábitos – rutinas – costumbres. Observa a cualquier deportista -cuanto más exitoso mejor- y descubrirás que todo consiste en rutinizar movimientos, acciones, decisiones… 

Pues eso. Esta situación no será unos días. Lamentablemente desde casi cualquier punto de vista; afortunadamente para adquirir nuevos y, tal vez, mejores hábitos. De nuevo la paradoja. Y dado que la repetición es la base de la habituación, lo que hoy es noticia permanente: “Cámara del Congreso con 20 diputados presenciales y el resto telemáticos; calles sin vehículos; familias reunidas; el teletrabajo como solución laboral preferente; hacer la compra con criterio; jugar con los niños haciendo manualidades….”, tal vez lo podamos repetir el tiempo suficiente para que se adopten como hábitos. 

Esto acabará. Saldremos de casa. Y lo haremos antes, cuantas más personas y más tiempo se queden ahora en casa. Lo inteligente es entender hoy que “no volveremos”. Nunca volvemos. Saldremos de casa y podemos decidir comprender con análisis inteligente lo que hemos podido aprender u olvidarlo para comportarnos con egoísmo de nuevo. 

Tanto a nivel personal como a nivel empresarial podemos decidir que ganamos más dinero, y/o prestigio, y/o reputación, y/o satisfacción y, sobre todo, ganamos mejor, si ganamos más personas y empresas. ¿Y si descubrimos que capitalismo y solidaridad pueden dejar de ser antagonismos, para convertirse en una preciosa paradoja.?

Te propongo pensar en ello. Si tuviera que elegir la expresión -excusa- más escuchada en las últimas décadas (con y sin crisis; con y sin motivos; con y sin recursos) diría que es el tan manido “no tengo tiempo”. Hablar con un empresario de formación o entrenamiento era darte con un muro, porque “no tiene tiempo”. Proponer a cualquier familia que leyera libros o escuchara música, o hiciera algún ejercicio.., era proponer un sueño, porque “no tienen tiempo”. Tratar de que las empresas -sus líderes- se sentaran a replantearse el negocio, a analizar sus posibilidades y oportunidades, o a identificar espacios de mejora era, poco menos, que una extravagancia, porque “no tienen tiempo”. 

Bien. Ahora tienes ese recurso tan preciado y escaso. El mismo que has tenido siempre. Ahora tienes tus 24 horas, las mismas que antes. Sólo que no puedes realizar tus hábitos anteriores. Es tu momento. Decide con inteligencia. Decide tu futuro, que llegará, más tarde de lo que te gustaría, y más pronto de lo que parecería. 

…y aprovechando el momento, y como tal vez, no estés en modo “no tengo tiempo” y puedas leer un poco más, te recuerdo qué es esto de la PARADOJA. 

Aludimos al concepto paradoja para designar un hecho o una frase que parece oponerse a los principios de la lógica. Etimológicamente paradoja viene de la forma latina paradoxum, que es un préstamo del griego παράδοξον (paradoxon) ‘inesperado, increíble, singular’, etimológicamente formado por la preposición para-, que significa «junto a» o «a parte de» más la raíz doxon ‘opinión, buen juicio’. (fuente wikipedia)

Hay paradojas curiosas como ésta: “¿cómo es posible que todo junto se escriba separado y separado se escriba todo junto?” 

Se usa en el ámbito retórico como una figura narrativa. La paradoja trata de usar expresiones, ideas, conceptos en los que, aparentemente existe una contradicción cuando la intención del comunicador o el literato es, precisamente, enfatizar aquello que quiere comunicar, aportando más o distintas perspectivas. 

Por mi parte, como consultora y como entrenadora de líderes (personas que tienen como actividad fundamental la toma de decisiones), uso la paradoja como un excelente estímulo para la reflexión y para el desarrollo de las capacidades analíticas. Construir escenarios que atentan a la lógica es un forma atractiva y eficaz de provocar la mente y posicionarla receptiva para la comprensión de ideas abstractas, así como para el desarrollo de destrezas intelectuales. La paradoja es una herramienta utilizada en distintas disciplinas de conocimiento, como las matemáticas, la filosofía, la psicología, la física, y yo, personalmente, la recomiendo para el desarrollo de líderes y el ejercicio del management. 

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